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Por una pedagogía desde la vida, para la vida

Actualizado: 26 sept 2021

Juan Carlos Vásquez García

Coordinador de la línea de investigación:

Pedagogía, diversidad cultural y formación de maestros y maestras


Escena 1: juntos pero solos


En el lugar había cinco personas. Él estaba sentado en una silla, cabizbajo. La mirada triste, perdida mientras jugaba con los dedos de sus manos. Quienes estábamos con él le mirábamos en silencio. Oí murmurar, salir de sus labios, las siguientes palabras: <<Uno tan solo, parce.>> Miré a mi alrededor sin saber realmente si las otras personas escucharon lo que yo. Mis ojos sorprendidos por lo dicho observaron cómo las otras personas se movieron en sus puestos, como incómodos, como no queriendo haber escuchado esas palabras. ¿Se sentirían igual? ¿Se sentirían mal porque a pesar de estar ahí, a su lado, él decía que <<estaba solo>>? ¿No sabrían cómo más ayudar para que no se sintiera así? No debió haber dicho lo que dijo. El lenguaje corporal de quienes lo rodearon lo ilustró perfectamente.<<Sí, estamos solos, nos sentimos solos, pero no tiene porqué ser así>>, pienso. <<¿Cómo podré ayudar?>>, concluí.


Escena 2: todo duele pero no sé <<por qué>>


Después de haber subido la colina en moto, nos tocó regresar caminando. De bajada, mi amigo se lamentó diciendo: <<¡Ay, mis meniscos! >>

-¿Ay, mis meniscos?

-Sí, claro. Estas bajadas acaban las rodillas y pueden lesionarse, ¿usted fue que no aprendió nada en biología en el colegio?

-La verdad no recuerdo nada de eso.

<<¿Habrá alguna manera de bajar colinas para no lastimar el cuerpo tanto? ¿Cuáles serán las explicaciones?>>, y mientras pensaba esto pasamos cerca de una institución educativa y agregué, <<¿Tomarán en cuenta estas características territoriales para enseñar anatomía, educación física, biología...?>>. La curiosidad siempre revive, aviva ánimos.


El texto a continuación no era el que tenía en mente escribir. La escena 1 no iba a abrir el telón. La fecha de su aparición no iba a ser esta, iba a ser una anterior. El tema no iba a girar en torno a la soledad, ni siquiera la palabra muerte estaba en lista. Un suceso reciente, el de la muerte temprana del sobrino de mi mejor amigo, un niño de doce años: deportista, alegre, sano, amado, a causa de un paro cardíaco intempestivo, sorpresivo cambió el curso de las palabras aquí plasmadas. Si bien el primer texto se centraría en desarrollar la idea de una pedagogía desde la vida, para la vida, el luto, el dolor, el absurdo se encargaría de expandir el campo de análisis que este concepto hasta ese momento me permitía abarcar.


Hasta el accidente absurdo, consideraba que el aprendizaje no ocurría en muchos sujetos debido a carencias económicas, deficiencias alimentarias, contextos de violencia, que a su vez están empobrecidos, que distraen y desconectan, porque <<¿para qué preocuparse por aprender algo que es para mañana cuando se debe resolver el aquí y ahora?>> No obstante, la muerte intempestiva, inesperada, sorpresiva me permitió observar, escuchar, acompañar seres que <<no quieren nada más, ¿para que si nos vamos a morir en cualquier momento y nada de lo hecho o dicho habrá importado?>> También estuve ahí. El shock, la desesperanza, la idea de que no importa cuánto hagamos para prevenir la muerte o las enfermedades a cualquier edad… no alcanzaría. También habité ese vacío. Lo bebí, casi hasta ahogarme . Pero aquí estoy todavía. Escribir estas oraciones indica que aún existo. Y tú que lees estas líneas ahora, significa que todavía estás. Todavía estamos. Y mientras aún permanezcamos quedan muchos asuntos por resolver. Todavía permanecemos y las sensaciones de soledad, de incertidumbre, de dolor físico no nos abandonan. Y sólo puedo preguntarme, ¿cómo podemos permanecer así sin intentar, al menos, calmar los síntomas? Si bien todos abandonaremos este plano físico en algún momento, ¿vale la pena, mientras estemos, sufrir los síntomas con tanta intensidad sin intentar resolverlos? Una pedagogía desde la vida, para la vida no estaría completa si olvidamos que una pedagogía para la vida nos ayudaría, al menos provisionalmente, a evitar morir... en vida. Las escenas que abren este texto son ejemplos de ello.


Desde niño siempre tuve la intuición de que el conocimiento tiene un fin, por eso, a pesar de que fui sobresaliente -cumplí con tareas y gané exámenes-, nunca realmente aprendí algo. Nunca el conocimiento aprendido fue útil para resolver asuntos de mi vida cotidiana: ¿por qué la mamá de mi papá no quiso a mi mamá? ¿Por qué mi papá trabajaba 12 o 14 horas diarias y por qué no vivíamos en una casa grande en un lugar bonito de la ciudad? ¿por qué fui discriminado, matoneado por mi virilidad delicada? ¿por qué mis vecinos me rechazaban junto con mi hermanos, quienes tenían discapacidad cognitiva? ¿por qué me sentía raro, diferente, solo?


Ahora comprendo que la producción de conocimiento al igual que su enseñanza y aprendizaje tiene un fin primordial: sobrevivir (nos). Enfrentamos la vida por medio de nuestra actividad cognitiva (Dussel, 2020). Con ella observamos, evaluamos, conceptualizamos, aplicamos lo aprendido. Al igual que la vida sucede de muchas maneras, la pedagogía también. Al igual que la vida es dinámica, Ia pedagogía también. La pedagogía no es estática, inmóvil. No es formulaica. Tampoco es efectivista, pero es optimista. Esa es su causa eficiente. La pedagogía es campo, medio-mediador, disciplina, ciencia, entre otros, porque al igual que la vida, en la pedagogía los sujetos la piensan y la adecúan a sus intereses y deseos. Aun así, ella no es relativista. En ella, los sujetos que la trabajan, la piensan. Quienes no lo hagan, no la entienden en su totalidad. Sólo se dedican a reproducir la acepción hegemónica de la misma.


Quien estudie pedagogía aprenderá eventualmente que a través de la pedagogía se propician formas de relacionarse, por medio del conocimiento (Mejía, 2011; Giroux, 1997), que la pedagogía ayuda a guiar al infante (Gore, 1996). No obstante, una concepción así queda incompleta si no parte desde su acepción más original,<<”pedagogo”, paedagogus, que en su origen significaba solo "acompañante del niño">>(Vallejo, 2021; 282). La pedagogía, una que esté pensada desde la vida, para la vida, se encarga de que en sus fundamentos haya una preocupación y una intención por acompañar al niño por la vida con el conocimiento. Para lograrlo efectivamente, el o la pedagoga se ocupan de conocer aquellos avatares que configuran la vida de sus acompañados: el territorio y sus características geográficas, de fauna y flora; las situaciones, las relaciones que se dan al interior de este; ideologías imperantes en el medio; circunstancias personales de algunos/as estudiantes; entre otros. Con estos aspectos indagados, los contenidos curriculares pueden adecuarse para dar al conocimiento un fin primordial, el de resolver problemas y sobreponernos a ellos. Si bien la ideología neoliberal nos ha enseñado que el conocimiento sirve para trabajar y hacer dinero, y que el dinero es la medida de nuestra tranquilidad, el dinero no resuelve todos los problemas. Alguien puede tener muchos lujos y aún así sentirse solo, abandonado, pero ¿por qué se siente así? Si el conocimiento no sirviera para resolver problemas y no tuviera como materia prima la cotidianidad, los filósofos griegos clásicos jamás se hubieran resistido, por medio de la creación del mismo, a los embates de la mitología que exigía sacrificios humanos a sus dioses para calmar su ira. Si no fuera por los retos y el caos que la cotidianidad imponía a la supervivencia humana, las preguntas para para cuestionarla y los métodos para lograr entenderla y dar solución a dichos retos jamás se hubieran producido. Una pedagogía desde la vida, para la vida no pierde esto de vista.


Con esto en mente, quisiera regresar a la escena 1, ¿qué tal sería adecuar los materiales, las lecturas, las actividades, los contenidos curriculares a temas cotidianos como la soledad, formas de cuidado y acompañamiento mutuo? La isla de Aldous Huxley es una obra literaria que indica pistas sobre esto. O escuchar, por ejemplo, entrevistas de intelectuales como Toni Morrison, que en una de ellas, la autora nos cuenta que en la crianza de los infantes no intervienen sólo una o dos personas sino que nos involucra a todas las personas, queriéndonos decir que de la educación de nuestros niños y niñas todas las personas somos responsables.


Ahora, respecto de la escena 2 sólo puedo pensar en lo frustrado que me siento ahora por no conocer las partes que componen mi cuerpo y su labor dentro de él, en lo interesante que hubiera sido aprender acerca de dietas posibles para personas amantes o no aficionadas al ejercicio ayudando a evitar obesidades o enfermedades sanguíneas o del metabolismo, o en lo deslumbrante que sería aprender acerca de la forma en que funciona el cuerpo cuando sube o baja terrenos inclinados.


Una pedagogía así concibe la transmisión de conocimiento, que en la enseñanza y aprendizaje se vale del lenguaje con el que fue creado para ayudarnos a comprender y, con ello, sobrellevar, transformar la realidad, como un producto cultural que tiene un fin elemental: el de no dejarnos morir en vida. Es aquí donde la pedagogía adquiere pertinencia y relevancia intelectual para quienes trabajamos en el campo educativo. Si el conocimiento no nos ayuda a vivir mejor, entonces se le está dando un uso equivocado, nos estamos dejando morir en vida. Dime, querido/a lector/a ¿es divertido vivir como zombie, como un autómata?


Fuentes


Enrique Dussel. (6 de mayo de 2020). Estética de la liberación latinoamericana (Clase 1-2) [Archivo de vídeo]. YouTube. https://youtu.be/ewNYP9py2rE

Giroux, Henry (1997). Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Barcelona, España: Hurope, S.L.

Gore, J. (1996). Controversias entre las pedagogías. Madrid: Ediciones Morata, S.L.


Mejía, M. (2011). Educaciones y Pedagogías Críticas desde el Sur (Cartografías de la Educación Popular). Lima, Perú: TAREA Asociación Gráfica Educativa.


Morrison, T. (1993). Discurso de Toni Morrison al recibir el Premio Nobel de Literatura el 7 de diciembre de 1993. Tomado de https://www.ersilias.com/discurso-de-toni-morrison-al-recibir-el-premio-nobel-de-literatura-7-de-diciembre-de-1993/ [Fecha de consulta: septiembre 14 de 2021]


Vallejo, I. (2021). El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo. Madrid: Siruela

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